“El largo vuelo de la Lechuza”
Ha oscurecido hace unas horas y, pese a ello, la Plaza Porticada luce como en las mejores ocasiones, tomada por un público entusiasta. Todos los presentes levantan los brazos dando palmas al ritmo de la música, siguiendo la invitación de Fernando que, desde el escenario, maneja el tempo del concierto como el experimentado conductor de directos que es, después de centenares de actuaciones, y siempre con la intención de que esa noche veraniega sea inolvidable. Mientras, Puri canta con sentimiento: “Ay amor míu que te vas y no vienes, ese es el amor y el cariñu que me tienes”.
“¡Que bonita canción, aunque sea triste!” dice emocionada una joven. Es un tema del último y brillante disco del grupo que está sobre el escenario. El álbum se llama “La Hestoria’l Santu enjamas contá”, y no cabe duda de que el conjunto que escuchamos es montañés.
Fernando Diego, el alma del grupo desde sus inicios hasta hoy, toma el micrófono y les anuncia: “Somos Luétiga y estamos encantados de poder celebrar hoy con vosotros que llevamos 25 años en el mundo de la música, ¡25 Tardius*, que no es pocu!”
La gente ríe, la verdad es que son muchos otoños 'dando el cante'. Los componentes del grupo están felices: “Esta efeméride es muy importante para Luétiga, pero también lo es para la música folk y tradicional cántabra” dicen. Tienen razón. Cuando sus incondicionales miran más de dos décadas atrás, desde el año 1986, van encontrando cerca de 1.000 actuaciones musicales, seis discos** y nombres muy conocidos de la música montañesa actual que han formado parte de Luétiga: Marcos Bárcena, Roberto Diego, Raúl Molleda, Kate Gass, Estebán Bolado, Jorge Méndez, Conchi García, Chema Murillo, Paco San José, Luisa Bahillo, Maite Blanco, María Santos, Rody Herrera, César Martínez o Miguel Balsa. Son pandereteras, cantantes, gaiteros, rabelistas, guitarristas, tamboriteros, ‘piterus’, o violinistas; en definitiva artistas que con su participación han hecho posible los 25 años de este grupo tan admirado. La nómina de músicos relacionados con el conjunto la completan colaboradores habituales como Peter Bulla, un excepcional violinista y ahora miembro del grupo, y las participaciones estelares en sus discos y conciertos de figuras de renombre nacional e internacional en la música folk como Hevia o Kepa Junquera.
Mientras interpretan otro sentido tema, “Onde vas morenuca”, los integrantes actuales del grupo se van presentando: Borja Feal a la flauta travesera y gaita; Fernando Segura al bajo; Puri Díaz con su voz y a la pandereta; Fernando Gómez a la gaita, clarinete y requinto; Juan Carlos Ruiz a la guitarra acústica; el propio Fernando Diego pone su voz y la percusión, Peter Bulla al violín y, también con las percusiones, Sebastián Rubio, un músico del que podríamos contar que ha llenado dos veces el Madison Square Garden de Nueva York, dentro de las giras mundiales que realizó con el grupo 'Radio Tarifa'.
“Llevamos ya seis discos a nuestras espaldas… ¡y podían haber sido más!” exclama Fernando Diego, siempre inconformista y sabedor de que con mejores medios y más apoyos habrían conseguido editar algún otro álbum, ideas y talento no les falta. Y es que desde su origen Luétiga no trataba de hacer una música de éxito fácil sino que, obviando lo más comercial, quisieron indagar en la música tradicional cántabra. Eran los tiempos de Milladoiro, el grupo gallego que fue un exponente del movimiento de renovación de la música folk en los años ochenta y al que se unió Luétiga en sus inicios. Su romántico proyecto fue ir por los pueblos y los valles de nuestra tierruca buscando sones olvidados, recuperando la ancestral música montañesa antes de que se perdiera, preguntando y aprendiendo de los últimos sabedores de estos tesoros: viejos rabelistas, veteranas pandereteras y tamboriteros, tradicionales gaiteros, afamados cantantes de ‘tonás’ o eternos piteros. Incluso me cuentan que, en una de las ocasiones más emotivas, conocieron al último dulzainero de Cantabria, el cual ya sólo pudo tararearles su canción: ‘La Danza de Seña’. Supongo que fue uno de sus momentos inolvidables y que a la vez les convirtió en obligados herederos de este arcano. Embebidos en las tradiciones, y cual alquimistas musicales, descubrieron una fórmula nueva para la canción rural popular, la hicieron crecer en estos tiempos nuevos de ‘urbanitas’ y la convirtieron en un preciado y moderno tesoro a preservar, para que nunca olvidemos las raíces de nuestros abuelos. Su idea les obsesionó, les ocupó el día y la noche y quizás de ahí venga el nombre del grupo, pues de tanto recopilar y cantar hasta la madrugada se recogían a la hora en la que vuelan las lechuzas*.
Un ejemplo de esta vocación musical es ‘La última Cagiga*’vinilo y cassette, aunque al año siguiente se convirtió en el primer disco de música folk editado en CD.
Ahora, en el recital de la Porticada, suena cautivador el violín de Peter Bulla y tras él un coro campurriano de voces masculinas, la 'Ronda del Liguerucu', que se ha unido al concierto, entona una emotiva canción: “Los que roldan* son los mozos, olé morena, los casados a la cama”. Es de su disco “A lo VIVU”, álbum conmemorativo de sus 15 años, que vio la luz en el 2001 y que tiene la magia de haber sido grabado en directo, escuchándose las fervientes palmas y los aplausos del público en un vibrante concierto. Esa es la reacción de la gente ante la música de Luétiga, porque sus canciones emocionan, salen del corazón de Cantabria, de sus esencias, de las ansias de los mozos, de la soledad de los pastores en las brañas, de los afanes y sueños de las laboriosas mujeres rurales, de las coplas pícaras de los rabelistas, o de la sensibilidad genética de los poetas del pueblo que recogieron lo mejor de sus vecinos, su dura vida y sus anhelos. “Es música nuestra de verdad, no sólo ‘inventá” como diría un paisanuco.
“Hay una vieja en Peñamellera que toca la gaita que´l diablu la lleva”. Al cantar esta letra y seguir el alegre y rítmico sonido de las gaitas de Borja y Fernando la gente salta, vibra, levanta los brazos, la Plaza Porticada tiembla. Yo casi no veo a los músicos en el escenario, me los tapa la algarabía, la emoción se desborda. Dejo mi cámara y me pongo a cantar y bailar, que aquí hemos venido a divertirnos y a sentir la música de nuestra tierruca ¡vamos allá!
Al poco tiempo, con el personal un poco más calmado, la letra de la canción ‘Con aire’ suena llena de picardía para sonrojar a alguna señora: “Quién pudiera ser el clavo onde cuelgas tu candil, para vete 'esnudar' y a la mañana vistir, con aireeee'”
Estas dos últimas canciones son de su disco más reciente, “La Hestoria’l Santu enjamás contá” (2007), y en ellas Luétiga consigue transmitirnos como la gente en los pueblos, a pesar de su sencillez, siempre ha sabido poner una pizca de picardía que diera color a una vida a veces monótona. Y lo logra porque los artistas de este grupo estuvieron en todos nuestros valles recolectando su sabiduría, su folclore y sus sentimientos. En Polaciones aprendieron a tañer el rabel al calor de la lumbre, en las largas noches nevadas de invierno; yendo de Potes a Unquera oyeron el sonido mágico de la gaita saltando de roca en roca como un rebeco entre los Picos; siguiendo los cauces del Saja y del Besaya descubrieron entre sus frondosos bosques al pitero de Anievas, a clarinetistas y a tamboriteros; en Tresmiera les sorprendieron los blancos danzantes junto al mar azul entre las bahías de Santander y Santoña; combatieron el frío a orillas del Ebro bailando a lo pesao y a lo ligeru al son de las panderetas campurrianas y vallucas; y entre el Ason y el Agüera despertaron a todos con el pasacalles de Liendo, desayunando después un café con sobaos del vecino valle del Pas.
Con este bagaje único nos han ido recordando, a través de lo que mejor saben hacer, su música, lo valioso que es lo antiguo y lo tradicional y que, además, a veces tiene más chispa y vida que lo moderno. Es el ‘Cancionero pícaro montañés’, que también aparece en su disco 'A lo VIVU', expresado en aquellas coplas 'A lo ligeru' del inolvidable rabelista Pedro Madrid, que ellos cantan tan bien:
“Y a la botica niña no vaigas sola,
mira que el boticariu gasta pistola”…
“Si los curas cumieran piedras del río,
no estarían tan gordos los tíos jodios…”.
Y los boticarios y los curas hacen oídos sordos y se lo toman con humor, por la gracia que el grupo pone al interpretarlo, no haciendo otra cosa que recoger el cantar popular sin ánimo de molestar. O quizás un poco sí.
El concierto eleva su temperatura y por eso el grupo tiene que enfriarlo, para que no explote la olla a presión en que se ha convertido la Plaza Porticada, y lo hace con un gélido trabalenguas:
“Soi de yelu, vengo de yelu,
tú que no pueis desengüelellar,
vengo de San Agustín de la tierra,
voi para San Agustín de la mar,...”.
Es una canción de su disco ”Cernéula” y corría el año 1.996 cuando hicieron este álbum que pone de manifiesto lo que ha destacado a Luétiga en todos estos años, su cantabricidad. Por eso de sus letras sale con fuerza aquel reivindicativo y naturalista: “Soi de Cantabria, soi”; recordándonos que
son atacaos de continu,...
y en la misma canción nos resumen en una estrofa cómo es 'lo nuestro':
“la mar besa la montaña
nesti pais ondi vivu,
No asperaré a mañana
pa luchá polo qu’es míu...
soi de Cantabria, soi”.
Luego suena ‘Adios Cantabria, adios’ y se nos pone la piel de gallina recordando a aquellos que tuvieron que abandonar con tristeza la tierruca buscando un futuro mejor (emigrantes, indianos, jándalos, exiliados) y Luétiga pone la poesía:
“Con glarimas enos ojos a la mí tierra digo adiós…
Piru marchar yo no quiero…
Altas coteras, ciëlu gris
Vujotros seis los testigos.
Esta hondísima canción es de uno de sus discos más raciales, “Nel ‘el vieju” (1994), al que da nombre el bello tema del viejo corzo que 'cuerri'* entre las cajigas y las jayas* huyendo de los ‘perdigonis’ de los cazadores.
Más en esta magnífica noche de música hay más sorpresas, como un sugerente espacio para el coqueteo con aquel: ‘Me distí las avellanas, no las quiero, no las quiero, que a mi me las dan de balde... y tu me pides ‘dinero”. Es un tema de uno de sus discos emblemáticos: “Cántabros”. Editado en 1999, varias de sus canciones fueron la banda sonora de la más ambiciosa exposición realizada sobre la historia de nuestra tierra, denominada “Cántabros, Génesis de un pueblo”, y allí tenía que estar Luétiga. El disco fue producido musicalmente por Hevia y tuvo las colaboraciones de Kepa Junquera, Peter Bulla, que se incorpora por primera vez al grupo en este disco, Yolanda Montoussé, soprano asturiana internacionalmente conocida y Fernando Largo, el fundador y arpista (tristemente fallecido el año pasado) del mítico grupo asturiano Beleño. Este disco contiene temas verdaderamente inolvidables, como el que da título al disco, compuesto por una jota de Valderredible y un pericote del famoso pitero ya fallecido, “el ciego de Sierrapando”; o la deliciosa danza pasiega “L´ahorcau” donde Hevia y Kepa Junquera, junto con los músicos de Luétiga, se unen para dar carácter de internacionalidad a la música cántabra. ‘Sentado sobre las rocas’ o ‘Puerros de Voto’ también están entre las preferidas.
En definitiva, en un grupo que tiene en nuestra región sus señas de identidad, en el ‘País Cántabru’ como dicen ellos, no podía faltar el Himno de Cantabria. Su versión del Himno a la Montaña es instrumental, honda y extraordinaria, y no es necesario que canten la letra, ya lo hace la gente espontáneamente en la Plaza para dar por terminado el concierto: “Cantabria querida te voy a cantar la canción que mi pecho te va a dedicar, que es muy grande mi amor a la tierra en que nací,...”; la voz del público se eleva al entonar: “...quiero que mis sones puedan traspasar las montañas más altas y el inmenso mar…”; para casi finalizar con el rítmico y lleno de orgullo: “...Hijos de mi Cantabria, nobles de mi querer, hermanos montañeses por siempre hemos de ser.” Este himno aparece en el mencionado álbum “La hestoria’l Santu enjamás contá” y del arreglo musical de esta pieza, Pilar Guerrero, hija de Juan Guerrero Urreisti, insigne compositor del “Himno a la Montaña”, dijo que era la versión más bonita y emocionante que había oído de la obra de su padre. Como muestra de agradecimiento regaló al grupo la primera edición de esa pieza musical, del año 1929. Una joya que han conservado con emoción desde el año 2007 hasta ahora, cuando en la presentación del concierto “25 tardius…¡que no es pocu!”, conmemorativo de su 25 aniversario, decidieron regalársela al presidente de Cantabria, Ignacio Diego, que les acompañó en los actos de presentación de la citada actuación patrocinada por la Obra Social de Caja Cantabria en el mes de noviembre de 2011. El jefe del Ejecutivo regional expresó su emoción por el gesto y definió el regalo como «una joya». «Nunca tres pesetas valieron tanto», añadió refiriéndose al precio de la partitura en los años veinte. Asimismo destacó la trayectoria de Luétiga y su condición de "precursor" de la música folk de Cantabria y se confesó un "admirador" de la banda, lo que habla claramente de la trascendencia de Luétiga en la vida cultural de nuestra región.
Este último álbum que recoge la versión del himno está muy elaborado musicalmente, con grandes canciones populares y propias, y se editó con motivo de la celebración del Año Jubilar Lebaniego. En él contaron con la colaboración el escritor torrelaveguense Mariano F. Urresti, que para la elaboración del libreto construyó una ficción con una interesante ambientación histórica que sitúa al grupo en una cueva en los alrededores de Santo Toribio de Liébana, descubriendo un códice donde los miembros de Luétiga encuentran la música que dará origen a “La hestoria´l Santu: “¿Qué ves?” dijo a mis espaldas Fernando Diego. Los demás miembros de Luétiga debían estar conteniendo la respiración mientras yo abría aquel cofre herrumbroso y tosco”. Así se inicia este intrigante libreto, a modo de relato, que supone un original y cuidado formato de edición del disco.
Se acaba el espectáculo en la Plaza Porticada y todos los presentes en el concierto nos sentimos afortunados de que Luétiga siga haciéndonos vibrar tantos años después. No es fácil, desgraciadamente otros meritorios grupos musicales de nuestra tierra no han aguantado tanto. Por eso esperamos que no cejen en el empeño de recuperar, profundizar y realzar la música tradicional montañesa porque cuando no sea así nos lamentaremos. Permítanme que imagine lo que diría al respecto una hipotética canción dedicada a ellos e interpretada por sus incondicionales: “Dicen que un triste día sus voces se van a apagar; que sones y compañía, Fernando no podrá juntar. Y entonces en pueblus y villas la gente se lamentará: “A sus voces, pitus, tambores y gaitas de menos les vamos a echar, pues pocus como ellos saben nuestros sentimientos cantar. ¡Luetiga, Luetiga,Luetiga, Luetigaaa!
Y a continuación el estribillo conmemorativo de este aniversario:
“Cantan que veinte años no es nada
mas veinticinco tardius no pocus son
Que acaban con el más valiente
Y sólo los cumple cantando
el soñador o el inconsciente”.
A todos los que admiramos a este grupo nos gustaría que siguieran así siempre, que continuaran siendo unos soñadores, que tuvieran un gran éxito a nivel mundial. ¡Se lo merecen por su esfuerzo, arte, amor a la tierra y a sus gentes! Destacar que sí han tenido reconocimiento artístico internacional en los festivales de música folk y celta en Italia, Estados Unidos, Méjico o Portugal; por supuesto son referente en los festivales españoles: Festival Celta de Ortiqueira, Folksegovia, Intercéltico de Moaña, La Folixa de Mieres, Vilanova i la Geltrú, Etnohelmántica …; y claro está en los de Cantabria: Sauga en Colindres, Intercéltico de Orejo, Magosta en Castañeda, o Borleña, entre muchos otros. Luétiga también ha sido intérprete de la partitura musical de la obra “Misa Popular Cántabra”, del compositor Nobel Sámano, acompañando a La Coral Salvé de Laredo, al grupo de danzas Nuestra Señora de Covadonga, el Coro Ronda Valle de Camargo y la Escolanía de Laredo en un magnífico espectáculo que ha llevado al grupo a tocar en algunas de las más bellas iglesias de Cantabria y de España, con una serie de actuaciones que fueron seguidas por más de cien mil personas.
Tuvieron un enorme éxito en todos estos espectáculos y ello lo corroboran las bellas palabras dedicadas a Luétiga por Mario Correia, director del Festival Intercéltico de Sendim (Portugal) de hace unos años, cuando decía: “Quien haya asistido a un concierto de Luétiga habrá disfrutado de la energía, fuerza, talento y virtuosismo de la mano dada de una memoria de pasión étnica, que resiste al tiempo porque se aloja bien dentro en el corazón de nuestras emociones culturales. En el horizonte, volando desde el pasado hasta el futuro, observamos la silueta de esa rapaz nocturna que dio nombre a un grupo ya mítico en el panorama folk peninsular. Su contemplación nos llena a la par de melancolía y felicidad.”
Meses después de aquella actuación veraniega de la Porticada, ya en el otoño, se celebró el anunciado e inolvidable concierto de Luétiga en el que cumplía efectivamente esos '25 tardíus'. En el teatro CASYC cantaron con ellos sus antiguos compañeros, como Marcos Barcena, Chema Bustillo o Paco San José, reviviendo lo que ya es una brillante historia del grupo, y participaron también en la fiesta otros amigos y grandes artistas de la música tradicional cántabra como 'El Malvís de Tanos', 'El Cachas', Moisés Serna, Esther Terán, el gaitero Borja Palacio, el colectivo de piteros de Santander, los Coros y Danzas de Santander, las pandereteras del Mimbral y la Ronda campurriana de El Liguerucu.
Fue una magnífica celebración para estos veinticinco fructíferos años del grupo que se convirtió, casi espontáneamente, en una maravillosa fiesta del folclore montañés.
¡Larga vida a Luétiga y a la música tradicional de nuestra querida Cantabria!
*Jesús F. Rodríguez Leal. Escritor y autor de este reportaje y del lema de los 25 tardíus, ha seguido muy de cerca la trayectoria del grupo en los últimos años de la mano de Fernando Diego con quién ha contrastado la información aquí recogida.
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